El nacimiento del acid-house marcó tan intensamente la
música popular como el comienzo del punk o la aparición de los Beatles. Por
Víctor Lenore
EMPEZÓ EN IBIZA
En 1987, cuatro jóvenes británicos decidieron pasar dos
semanas de vacaciones en la isla. Eran Johnny Walker, Danny Rampling, Nicky Holloway y Paul Oakenfold. Querían
celebrar el 22 cumpleaños de Oakenfold. No había dinero, pero consiguieron
pases gratis para el club Amnesia. “Esa noche pinchaba DJ Alfredo y deconstruyó
todos los géneros”, contarían después. Mezcló electrónica, The Cure, los ritmos
hipnóticos de los Woodentops, Europop y Peter Gabriel, entre muchas otras
cosas. Los cuatro probaron una nueva droga llamada éxtasis, que se vendía en
cápsulas blancas y naranjas. DJ Alfredo era un argentino exiliado a España.
Como por casualidad, inventó el concepto after-hours: “Comencé a pinchar en invierno y durante
meses venía tan poca gente que ponía discos para los camareros. Una noche
tardaron en pagarme mis 5.000 pesetas y mi novia me dijo que siguiera pinchando
mientras ella iba a pedir el dinero al encargado. La gente que salía de la
discoteca Ku pensó que seguíamos abiertos: la primera noche se acercaron 100,
la segunda 500. Propuse ampliar horarios” (DJ Mag, junio de 2007). Arrancaba en
Europa una nueva forma de divertirse, donde las clases populares podían
exprimir su tiempo de fiesta, tanto como les exprimían a ellos en la oficina.
GAYS BAILANDO CON HOOLIGANS
De vuelta a Londres, los cuatro ingleses se dedicaron a
extender el evangelio por los clubes de la ciudad. Sabían que, como mínimo,
podrían contar con los británicos que quisieran prolongar la jarana de sus
vacaciones baleares. Lo que no esperaban era encender una revolución que haría
bailar juntos a gays, hooligans, parados de la era Thatcher y pijazos de toda
la vida. “El MDMA nos hizo superar la tradicional reserva emocional de los
ingleses. Estábamos socialmente condicionados para la homofobia, pero todos los
prejuicios sexuales y raciales se desvanecían en una hora. El MDMA hizo más por
el multiculturalismo que todas las iniciativas del gobierno”, afirmaría el
periodista Wayne Anthony (MixMag, agosto de 2008). La multiplicación de las
raves llegó a ser debatida en el parlamento con el eterno argumento de “están
destrozando a nuestra inocente juventud”. A finales de 1992, apareció la
Criminal Justice Bill que castigaba con mucha dureza las fiestas ilegales y
utilizaba los términos “rave” y “música repetitiva”. Piers Sanderson, director
del documental High on hope, explica a ROLLIN STONE que “la escena era
hedonista, pero también tenía un fuerte componente político. Se recuperó el
sentido comunitario de la clase trabajadora en unos tiempos donde el gobierno
de Thatcher imponía el individualismo radical y la exclusión de las clases
populares”.
HISTERIA POLICIAL
No hablamos de un simple debate cultural. Scotland Yard creó
una unidad especial dedicada a perseguir las raves. Andy Weatherall, DJ y
productor de Primal Scream, compartía esta anécdota en 2008 en el camerino de
la sala Low (Madrid): “Lo que más molestaba a la policía era no pillarlo.
Mandaban agentes de incógnito con cámaras y al día siguiente repasaban los
vídeos en un cuartucho de la comisaría. No entendían nada. Al principio la
gente sólo quería divertirse y fueron las autoridades quienes lo convirtieron
en un problema político con tanta persecución”. El año 1988 fue bautizado como
“el segundo verano del amor” por un sentimiento hedonista y empático que
recordaba a los hippies del 68. En
Inglaterra, el tabloide The Sun comenzó ofreciendo en sus páginas camisetas con
un Smiley, para luego virar 180 grados y demonizar todo lo que tuviera que ver
con el acid. Otros diarios sensacionalistas le siguieron con titulares apocalípticos
tipo: “Inglaterra invadida por las pastillas asesinas” (The Star). La
culminación de este período se produjo en mayo de 1992 con la rave de
Castlemorton. Hablamos de un fiestón legendario: duró una semana y atrajo a
40.000 personas. Este desafío extremo fue contestado con un aumento de la
represión policial, en algunos casos ultraviolenta.
PELOTAZO COMERCIAL
El acid fue mucho más que una corriente subterránea. El
sonido empapó al público masivo. En las listas de ventas de media Europa arrasaron piezas como We call it
acieed (D Mobb), French kiss (Lil Louise), Theme from S’Express (S’Express),
The only way is up (Yazoo) o Pump up the volume (M/A/R/S/S). Los
superventas del momento también se apuntaron a la fiebre, como demuestran las
bases de Love house (Samantha Fox) y
Tripping on your love (Bananarama). Los directivos de la BBC Radio comenzaron a
inquietarse al recibir tantas canciones con la palabra acid en el título. Su
previsible decisión final fue censurarlas. El verdadero salto al gran público
se dio en 1989 gracias a esta contrapublicidad. Miles de jóvenes británicos
debieron pensar que si la BBC, la prensa sensacionalista y Scotland Yard
estaban tan en contra de algo, por fuerza tenía que ser divertido. En la
ceremonia de clausura de Londres 2012, más de veinte años después, las raves
fueron rehabilitadas como parte del legado musical británico.
FALLO DEL SISTEMA
No olvidemos explicar los orígenes. El pionero del house fue
Frankie Knuckles, cuya fama llegó al extremo de poner su nombre a una calle de
Chicago. En 1983, Ron Hardy le sustituye como DJ residente de The Music Box.
Las mezclas de Hardy eran mucho más brutas, además de incluir elementos ajenos
a la cultura gay del momento, como la electrónica europea o el sonido
industrial, que atrajeron también a un público negro heterosexual. El
ingrediente secreto fue la falta de medida de Hardy, que dormía en la cabina
mientras se hacía cargo de sesiones de 72 horas. Corría el año 1987 y el house
vivía una revolución dentro de la revolución: el acid-house. Lo bautizaron DJ
Pierre, Spanky y Herb J con su tema Acid trax (conjuntamente firmado como
Phuture). “Lo llamamos acid porque me
sonaba al viejo rock ácido con un ritmo de fondo. Al principio titulamos la
pieza In your mind [en tu mente], porque al escucharla se te quedaba un
eoweoweow metido en la cabeza” (declaraciones de Spanky a la revista Ladinamo,
septiembre de 2005). El sonido característico del acid nace del secuenciador
Roland 303, que intentaba imitar un bajo real, pero fallaba estrepitosamente en
el propósito, creando texturas totalmente nuevas, mejores de lo esperado. El
individualismo estadounidense y menor tolerancia con el consumo de drogas
impidió que la escena cuajase en el país.
POTENCIA POLÍTICA
Isidro López, sociólogo, explica el voltaje político del
género: “En Occidente aún vivimos bajo el influjo del acid house y las raves.
La mayoría de la gente no lo ve como algo político o comprometido, porque para
calificar a un artista de “político” solemos fijarnos en lo que “dicen” sus
letras, pero es igual de importante lo que la música “hace”, las relaciones
sociales que propicia. Montar una fiesta techno autogestionada supone recuperar
espacios muertos de la ciudad, insuflarles vida y comunicación, aunque sea de
manera temporal”, remata.
fuente:http://rollingstone.es
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